Rezumando frialdad por su camisa,
doña Nieves camina de mañana;
la convocan repiques de campana
a los santos asuntos de la misa.
Se ha quedado soltera su sonrisa;
ya su cuerpo no sirve de besana
amorosa y se agosta en la desgana
sin un rayo de amor, sin una brisa...
Yo no sé por qué turbias vanidades
se ha quedado tan pobre su riqueza:
sin salud, sin amor, sin amistades...
Solo sé que ha perdido la cabeza
por internas y umbrosas tempestades
y no encuentra la paz ni cuando reza.
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