A la memoria indeleble
de mi querida madre,
Elisa Ramos Rubio.
Ante ti, madre mía, está este fruto
de tu vientre, que viene de visita
a regar sus raíces con la cita
estival y a rendirte su tributo.
Tu indeleble recuerdo va impoluto
por mi sangre -¡tu sangre!- y me concita
a embeberme de ti, madre bendita,
y a lavarme con llanto tanto luto.
Ante el nicho - el altar - de tus despojos,
en solemne silencio, como en misa,
tu unigénito hijo está de hinojos.
Por tu nombre te nombro, madre, ¡Elisa!,
anegados en lágrimas mis ojos
y de penas empapo hasta la brisa...
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