Tergiversas mis versos a tu antojo,
con borrosas visiones de neblina
porque nubla la envidia tu retina
y te obliga a leerlos de reojo.
Donde yo escribo espiga, lees abrojo;
donde quise la rosa; tú, la espina;
yo te di mi amistad; tú, sólo inquina
y, en mi campo de mies, viste rastrojo.
Tu famélica envidia no se sacia
en su infértil y pérfido servicio ,
tan propicio a la necia suspicacia.
Tu tantálica vida es un suplicio
condenada a continua contumacia
donde no hallas placer ni beneficio.
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