No seas mezquina, mujer,
y dale al hombre, tu hermano,
tu cuerpo joven, lozano...
para que goce a placer.
Para el hombre debe ser
manjar de primera mano
antes de que el gran tirano,
el tiempo, lo eche a perder.
Tan potente es su poder
que convierte en polvo vano
lo que fue un cuerpo galano
y el sacro altar del querer.
Ahora que estás de buen ver,
no pierdas tu vida en vano;
mira que el tiempo liviano
nos cobra siempre alquiler.
Ten sentido del deber
porque no es de buen cristriano
negarle amor a un hermano
del que tanto ha menester.
Dios te dio tu bello ser
y te puso en primer plano
para que el género humano
pudiera amarse... y crecer.
Es tu edad de merecer
pues, más tarde o más temprano,
será un festín del gusano
la que fue mujer ayer...
Jaraicejo, agosto, 2009
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