A Luis Cidoncha Román, por nuestra
amistad y su extremeñismo.
Por tu aspecto apacible y sensitivo,
ceniciento vecino de la encina,
yo te ofrezco, tal lírica propina,
un soneto ferviente y afectivo.
Tu aceituna es mi grato aperitivo
y tu aceite ambarino me fascina,
lubricante cardiaco, medicina,
que me presta un poder superlativo.
A pesar de tu aspecto de tristeza,
de tu pena perenne, no te doma
de veranos e inviernos la dureza.
Porque archivas memorias de una loma:
el Calvario de Cristo... - ¡qué vileza! –
y eres nuncio de paz con la paloma.
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