Menos razones, hermanos,
las obras son las que pesan
en la sensible balanza
de las humanas conciencias.
¡Palabras no! Son del viento
y, por suyas, se las lleva
tal hojas que , de la rama,
de un árbol caen, se secan
y el viento, que es barrendero,
cumple muy fiel su tarea:
las barre con sumo esmero
y en olvido las entierra.
Hermanos, no las palabras,
son los hechos los que cuentan
porque el honor de los hombres
en sus obras se cimenta.
Nuestra sociedad precisa
más manos y menos lenguas
para que el tren del progreso
avance sobre sus ruedas;
necesita combustible:
de nuestros brazos las fuerzas,
ideas de nuestra mente
y sangre de nuestras venas.
Manga por hombro está el mundo,
batiburrillo, una feria
de feriantes sin escrúpulos
peritos en corruptelas,
fraudes, apaños, chantajes,
deshonor y desvergüenza...
Nos sube hasta la barbilla
una marea de miseria
moral que nos encenaga
y nos ciega la conciencia.
La vida baja tan turbia,
tan falta de transparencias
que, así por río revuelto,
ganancias para el que pesca.
Nos venden bisutería
por joyas de gran pureza
y los vicios, por virtudes
y, por alegrías, las penas.
Todo se vende..., hasta el alma
tienen algunos de oferta,
Judas y Faustos modernos,
por unas cuantas monedas.
El hombre ya desalmado
pierde persona, se amengua,
gana en impulsos primarios
a las más feroces fieras;
Caín cruento que mata
por matar y elige presa
entre sus propios congéneres
con sed de sangre fraterna.
Cotiza a buen precio el vicio
para amenizar las fiestas,
multiplicar los placeres
y anestesiarse las penas.
Sin valor, ya los valores
eternos, ya sin vigencia:
virtud, honradez, cultura,
amor, trabajo, nobleza...
Por ser valores morales,
no son visibles ni rentan
monetarios intereses,
ni prestigio ni apariencia...
En su lugar, se entroniza
y se adora la materia
con sus seductores brillos
y prolíficas facetas:
dinero, lujo, aparatos...,
los abortos de la técnica,
programados por las marcas
y el mercado nos oferta
a plazo, en altas rebajas,
que nuestra vida hipotecan.
Así no es libre, es esclavo
el hombre, una marioneta,
que, con invisibles hilos,
manejan manos expertas.
Más hechos, menos palabras;
los actos son los que expresan
el micromundo del hombre
con más rotunda elocuencia.
Más vale una sola obra
que mil palabras... si intentas
dar razón de tu valía
cuando presentes tus cuentas...
Lo demás, abejorreo
bullanguero de taberna,
paja sin grano, hojarasca,
humo sin llama que lleva
el viento gris del olvido
sin dejar rastro siquiera..
Tanta vida improductiva,
tanta estéril verborrea
sin justificarse en frutos,
trabajos, obras, ideas...
Mala hierba, avena loca
que absorbe la savia ajena
y crece entre las espigas
del trigal tan tallitiesa,
tan arrogante, tan vana,
tan inútil y altanera
que al campesino entristece
y le ensucia su cosecha.
Tanto infecundo abejorro
tal zángano de colmena
que va libando las mieles
de la vida, sin conciencia
de que esa miel es producto
de laboriosas abejas
en su trabajo de enjambre
de su sociedad perfecta.
Callad y arrimad el hombro
cada cual en su tarea,
hormigamente entregando
su humilde grano de arena.
Trabajad porque el trabajo
fuente es de dicha y riqueza
que ennoblece y justifica
nuestra efímera existencia.
Vemos que nos vamos raudos
tal meteorito o estrella
fugaz en un firmamento
de tinta china, muy negra.
Serán testigos las obras
de nuestra estancia en la Tierra
porque, al fin, todo se paga
cuando se nos pidan cuentas...
Wenceslao Mohedas Ramos
Jaraicejo (Cáceres)
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