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sábado, 2 de mayo de 2009

A LA CIGÜEÑA EXTREMEÑA (1)

A Gabi Blázquez, paisano y amigo,
por su defensa de lo extremeño en
su "Restaurante Extremadura" de Madrid.

Posada sobre el nido estrafalario
que corona de forma tan cristiana
el vetusto y rojizo campanario
con figura galana
y su aspecto elegante y legendario
se perfila la talluda silueta
de la esbelta cigüeña,
animada veleta
con su traje festivo, de etiqueta.
Un gótico pináculo
semeja sostenida en una pata,
haciendo de equilibrio un espectáculo;
con su pico hiperbólico, escarlata
por arma siempre en ristre, amenazante,
parece un centinela
sobre altiva atalaya vigilante
que, impávido y constante, siempre vela.
Otras veces, con rabia se rebela
y crotora y tritura su tristeza
con su pico cortante y estridente,
agitando su cuello y su cabeza
en un rito furioso porque siente
tanto injusto abandono en el ambiente,
tanta sangrante ausencia
que reclaman remedio con urgencia...

¡Testigo es de excepción desde su altura
del dolor secular de Extremadura!
En la nube leñosa de su nido,
que cubre la espadaña de la iglesia,
apartada del ruido,
de memorias amargas se anestesia
con sedantes caricias de la brisa
y la azul lontananza que divisa...
De una forma infalible, cada año,
con fuerte y firme empeño
y, a pesar de su amargo desengaño
de emigrante, por fiel extremeñismo,
da al adusto extremeño
su lección magistral de patriotismo.
Con tan sólo una bagaje
de recuerdos añejos, de añoranzas,
desde el gran acutiverio,
en piadoso y febril peregrinaje,
emprende un maratónico viaje
por regar sus raíces y esperanzas,
de continente cambia y de hemisferio.
Dolorida de ausencias,
de silencios, distancias, soledades...,
como un perro sin amo,
de su tierra natal a las querencias
torna al tibio reclamo,
a sus viejas vivencias y amistades.
tal foránea la miran, tal extraña,
porque olvidan que aquí tuvo su cuna,
en un plácido rincón de nuestra España,
en tierra de encinares,
mas su adversa fortuna
a emigrar la forzó hacia otros lares.

En la ingrata distancia,
aprendió a ser prudente, fiel, honesta
y, sin vana arrogancia,
el bullicio desprecia y cualquier fiesta
y tanta es su conciencia y su porfía
que ha perdido su canto y su alegría...
A pesar de su aspecto tan grotesco,
de su forma zancuda, estrafalaria,
de su estoico mutismo,
por sentir quijotesco,
se siente del que sufre solidaria
y el ajeno dolor es suyo mismo.

Del parco campesino compañera,
su fiel benefactora,
de alimañas inmundas, venenosas,
le limpia de los ríos la ribera,
las charcas y lagunas cenagosas
con su pico de espada vengadora.
Cuando el pardo barbecho
rotura el labrador en la solana,
le sigue a corto trecho
y se ofrecen recíproco servicio:
la limpieza de toda vida insana
a cambio de un salario alimenticio...

Cuando eleva su vuelo
a buscar de su prole el alimento,
más que volar navega
por el plácido oacéano del cielo
con su suave y pausado movimiento
si sus alas imensas las despliega.
Por el suelo, camina tan erguida
que parece que avance de puntillas
con zancada hiperlarga, a su medida
y humilde suavidad de zapatillas.

En las tardes de estío tan tediosas,
bajo cielos preñados de tormentas,
con sus nubes grisáceas, bulliciosas
y ráfagas de viento turbulentas,
la he visto soportar los latigazos
del líquido elemento,
del trueno estrepitoso los trallazos
con que el rayo subraya en son violento
su firmeza de guerra al firmamento.
Con postura materna, protectora
y aliabierta protege a sus polluelos
de la terca batalla atronadora
que se libra en el campo de los cielos;
con plumoso paraguas,
a sus hijos protege de las aguas...

Hay gente como tú, noble cigüeña,
que aquí tuvo su nido
y, por fortuna adversa,
su vuelo levantó y, ya sin señas,
en otras tierras vive en el olvido,
sin raíces, dispersa,
en su ausencia empapada por las penas
y sin savia natal ya por sus venas...

Simbolizas, cigüeña migratoria,
al extremeño errante
por tu impar trayectoria,
por tu vida ejemplar, itinerante
y tu heroico coraje...
Mi corazón, borracho de ternura,
te dedica este lírico homenaje
por ser símbolo fiel de Extremadura.


(1) Este poema obtuvo el primer premio en el certamen nacional “José de Espronceda”, patrocinado por la FAEC, en el año 1995.

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