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lunes, 18 de febrero de 2013

CONFESIONES AUTOBIOGRÁFICAS

Una noche de otoño, vine al mundo,
a este valle del llanto y de la pena,
por los surcos profundos de la sangre
de una humana y ferviente sementera.

Fui preciada cosecha de unos padre
que labraron fielmente la parcela
de su amor con abonos de ternura
y yo fui su anhelada recompensa.

Heredé de mi madre la ternura,
el afecto hacia el otro, la nobleza…;
de mi padre, el tesón, los ideales,
el amor al trabajo, la entereza.

Habité desde niño entre encinares,
de la encima emulando la dureza;
yo bebí de la aguas del regato
y dormí sobre pajas en las eras.

Yo viví entre los nobles animales,
compartiendo sus tratos y vivencias
y llegué a conclusiones dolorosas:
¡es peor el humano que la bestia!

Conviví con mi gente muchos años
en perfecta y completa convivencia,
-uno más- sin dobleces ni arrogancias,
sin la mínima sombra de soberbia.

Compartí con vosotros los trabajos,
siempre al lado del tajo, de la brecha
de las duras y agrícolas labores
por sentir vuestras propias experiencias.

Tendí puentes de unión hacia vosotros
-no alambradas o muros o barreras-
Porque quise contactos muy directos
Con mis gentes sencillas y sinceras.

Me alegré con ajenas alegrías
y sufrí, como propias, vuestras penas,
con el alma de limpio, sin dobleces,
para ajenos servicios bien dispuesta.

Yo pagué con sudores el sustento
de mi vida tan seria, tan austera…,
con trabajos campestres, estivales,
a la sombra paterna, tan señera.

Me marqué con la hoz en el meñique
de mi mano siniestra, jornalera,
en combate infernal con las espigas
de la ardiente campaña de la siega.

Fui feliz en mi infancia campesina
en labores del campo y de la escuela,
ya tomando la azada, ya la pluma,
siempre amigo de libros y herramientas.

Ni el más leve mordisco de la envidia
-con su corvo colmillo de culebra-
padecí en mis entrañas, tan sensibles,
porque fui vacunado contra ella.

Me pasé del cultivo a la cultura,
a labores mentales, de cabeza,
porque quise subir por el saber
hacia el mundo sutil de las ideas.

Me arrancó de mi tierra y de mi gente
una loca y violenta ventolera:
el amor , con su imán irresistible,
me arrastró hacia el destierro de la ausencia.

A pesar de pisar en otro suelo,
tan distante y distinto a mis veredas,
no se ha roto el cordón umbilical,
que me liga por vida con mi tierra.

Me pasé muchos años, los mejores,
en las aulas- las jaulas- entre “fieras”
disfrazadas de niños, trasvasando
pensamientos, sentimientos, ideas.

Me cumplí por completo en mis deberes,
dedicado de pleno a mis tareas,
pero mi alma –la abeja laboriosa-
me exigió más esfuerzo en horas extras.

Defendí con la pluma y la palabra
a mi gente y mis tierras extremeñas
y ensalcé sus productos, sus paisajes,
sus ciudades, sus gentes más selectas.

Yo sembré por los surcos de los versos
mis queridos recuerdos y vivencias
por librarlos del buitre del olvido,
vigilante, a distancia, de sus presas.

Yo di voces a veces desde lejos
a los duros de oído y de conciencia,
a los blandos de sueño y de costumbres,
a los largos y rápidos de lengua.

Porque quise con gritos despertarlos
del sopor bochornoso de su siesta
y ponerlos de pie con la cultura,
en estado más óptimo, en alerta.

No dictaron envidias ni rencores
ni las turbias pasiones más abyectas
estos versos sencillos, doloridos,
sin afanes de infamia ni de ofensa.

Los dictó un corazón enamorado,
aprendiz de jilguero, de poeta,
que descarga en las brisas vagabundas
desencantos, lamentos y tristezas.

He ofrecido a mis estos frutos,
como ofrece el cofrade sus ofrendas
a la Virgen Bendita del Rosario,
nuestra Santa Patrona, por sus fiestas.

Qué contentas mis gentes biennacidas
con “mis ramos de rimas” , mi cosecha,
de su boca emanaban alabanzas
naturales, sencillas…como ellas.

Y me daban la mano, agradecidas,
con su grata y sincera enhorabuena,
yo les daba la mía y mis deseos
de lectura fecunda, placentera…

Qué mal pago me dieron los ingratos,
bajo forma de fría indiferencia,
de desprecios cerriles , de desaires
y de un trato basado en malas tretas…

No me dieron la mano, si la espalda,
que la cara es espejo que refleja
los arcanos del alma donde duerme
lo que resta en nosotros de la bestia.

Por expertos peritos en la infamia,
por estrechos de mira y de mollera,
imitaban su humor al calamar:
arrojar sus negruras a sus presas.

Se portaron así porque ellos tienen
corazón con durezas berroqueñas,
habitado de histérico avispero
que aguijona la sangre de sus venas.

Yo fui el blanco de negros sentimientos
y la humana diana de sus flechas,
disparadas por sádicas inquinas
de cainita y vesánica demencia.

Fui la pieza de caza más preciada
-su gacela más débil e indefensa-
para el hambre lobuna de su envidia
que acechaba escondida en su maleza.

Mi epidermis del alma en carne viva
me dejaron las garras de esas fieras,
me curé con balsámica vacuna,
la poesía que sirve de anestesia.

Me cortaron las ramas de la risa
con un hacha afilada- su blasfemia-
y arrancarme quisieron las raíces
de la encina del alma, tan señera.

Espinosos alambres me pusieron
a lo largo y lo ancho de mi senda
porque no hallara nunca la salida
y cayera, ya exhausto, en la cuneta.

Me cargaron sus culpas los culpables
y los míseros de alma, sus miserias;
los más necios e injustos fueron jueces
dictaron su juicio y mi sentencia.

Tuve sed ardorosa de ternura,
tuve un hambre voraz de convivencia,
mas las babas rabiosas de esos lobos
me infestaron mis fuentes , mis acequias.

No almaceno en el alma sentimientos
de rencor , de venganza…, aunque me duelan
los desgarros y heridas de sus garras
por ser hombre sin sombras, por poeta.

Desde el valle, me subo hacia las cumbres
a buscar de las brisas la pureza
y la paz del espíritu, muy lejos
de esa vida social tan farisea.

Solitario y tranquilo, en las alturas,
vivo libre de estériles contiendas
y , alejado de judas y caínes,
me dedico a mis líricas tareas.

Porque sigo sembrando por mis versos
lo que observo en los llanos y en las vegas
y lo riego y lo abono y lo cultivo
para próxima y prolífica cosecha.

Mientras queden semillas de esperanza
en las trojes del alma y tenga fuerzas,
seguiré con mi lírica labranza
por amor a mis gentes y a mi tierra….

4 comentarios:

  1. Hola Wenceslao:

    Se puede expresar más alto, pero no más claro. Tus endecasílabos dan una y cien veces en el clavo y entiendo, que la poesía para tí es una filosofía de vida (para mí también)Una manera de desnvolverse en la vida con la comprensión en la mano y la pluma en la otra. Me gusta mucho.Gracias por compartirlo, salu2.

    daniela

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  2. Bienvenida a tu casa lírica,mi estimada amiga Daniela.Muchas gracias por esta nueva visita,por la lectura de este extenso poema-denuncia sobre ciertas actidudes ingratas,irracionales e injustas hacia mi persona y mi tarea poética de ciertas personas,actitudes hijas de la envidia y la mezquindad...
    Me alegro de que te haya gustado. Sí, también para mí la´poesía es una apasionada filosofía y norma de vida, despertadora de conciencias amodorradas por un frenético y voraz consumo irrefrenable...
    Un abrazo fraterno de tuamigo extremeño
    Wenceslao Mohedas Ramos.
    Jaraicejo(Cáceres) / Barcelona.

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  3. Que bonita poesía y que real todo lo que en ella explicas, son razonamientos que comparto porque nuestra tierra siempre estuvo tan marginada y olvidada, a mi me indigna, pero en mi mano no está la solución, desgraciadamente, ¡yo soy tan poca cosa!
    Un abrazo paisano.

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  4. Muchas gracias, mi estimada amiga, paisana y poeta María, por tu nueva visia, por la lectura de este extenso poema y por tu grato comentario. Me alegro de que te haya gustado... Tampoco está en mi mano la solución, pero sí denunciarlo para despertar las conciencias. Un poema no derrumba un muro, pero puede incitar a derrumbarlo.
    Un abrazo extremeñamente fraterno
    Wenceslao Mohedas Ramos
    Jaraicejo (Cáceres) / Barcelona.

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