No te pongas , hermano, la careta
cuando vengas a mí porque prefiero
al hombre natural, al verdadero,
al que paga su pan y su receta.
Nunca vengas a mí como un veleta
que cambia sin sentido, prisionero
de ajenas voluntades porque quiero
al que nunca se cambia de chaqueta...
Sin disfraces ni exótico ropaje,
te acercas hacia mí con propio brillo
sin que manche tu alma el maquillaje.
No me importan tu origen, tu bolsillo
ni si es leve o pesado tu equipaje,
solo quiero que vengas muy sencillo.
Precioso poema tan inconmensurable como la vida misma.
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado y me lo califiques con esos adjetivos enfáticos como "precioso" e "inconmensurable". Muchas gracias y un abrazo fraterno.
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