Como una humilde y diminuta hormiga,
te entregas al trabajo cotidiano
y luchas con la tierra mano a mano
buscando la victoria de la espiga.
No te inquieta el sudor ni la fatiga,
ni la ardiente guantada del verano;
te preocupa esa clase de gusano
que engorda con sudores su barriga.
Es voraz e insaciable el apetito
de ese bicho parásito y maldito
que arruina tu esperanza y tu cosecha.
Y,de tanto chupar,se ensucia tanto
que se lava las manos con tu llanto
y todo lo que es tuyo lo aprovecha.
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